La película nos muestra el resultado prolongado de los laberintos burocráticos que acaban con la dignidad y la salud de una persona que lucha por su derecho a un subsidio tras verse afectado por una dolencia cardiaca. El sistema público, con una gestión privatizada, convierte al ciudadano y al gestor en enemigos, ya que las normas del sistema no son capaces de lidiar con la casuística individual y la empatía; incluso quién se acerca de forma mas humanizada se ve sancionado y censurado. Desde el inicio se muestra un cuestionario despersonalizado donde Daniel no se ve reflejado, que lo avoca a un cansancio a pesar de su lucha y empeño, de ser un hombre bueno que no duda en acoger a otros en situaciones de dificultad y que ha pagado sus impuestos. A la vez se muestran las dificultades de acceso a las tecnologías que suman mas dificultades a su situación y la falta de apoyos oficiales en este terreno ya que la única que se le presta es de forma espontánea cuando el solicita A otras personas que de forma voluntaria le echan una mano pero no pueden resolver los problemas a los que Daniel se enfrenta.